martes, 10 de septiembre de 2013

11 de Serpientes de 1973

El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas chilenas, con la colaboración de la CIA y el beneplácito de la derecha chilena y la Democracia Cristiana, derrocaron al gobierno constitucional de Salvador Allende y de la Unidad Popular, que proponía una transición pacífica hacia el socialismo por vía parlamentaria.
 
Mediante el Bando Militar No.5, comunicado el 12 de septiembre, las Fuerzas Armadas declararon la existencia de un estado de "guerra interna" en el país. Así comenzaron 17 años de terror.
 
El "enemigo interno" era el comunista, el marxista, el socialista, el revolucionario, el subversivo, cualquiera que -según los militares- constituyera un desafío al nuevo orden establecido. Este concepto de carácter militar fue usado para justificar la represión.
 
En los 17 años de dictadura un 250.000 chilenos tuvieron que exiliarse, 50.000 sufrieron malos tratos y torturas, 2.095 fueron ejecutados y aún continuan sin saberse el paradero de 1.198 detenidos-desaparecidos, que forman parte de los 90.000 detenidos-desaparecidos del conjunto de América Latina.
 
Durante este período, a pesar de la brutal represión que se desató en Chile, siempre existió una oposición al régimen, cuya lucha clandestina se adaptó a las difíciles condiciones que establecía la dictadura. Ya en los años '80 se inician acciones abiertas de oposición con grandes manifestaciones de protesta que pusieron en jaque a la dictadura y que amenazaban la estabilidad del capitalismo chileno.
 
Para salir del paso, en 1988, Pinochet llamó a la ciudadanía a participar en un plebiscito. En dicho plebiscito, Pinochet, proponía la continuación, por ocho años más, de su mandato en el gobierno. Gracías a una impresionante movilización popular, Pinochet perdió el plebiscito, convocándose elecciones presidenciales.
 
El demócrata-cristiano, Patricio Aylwin, triunfó en estas elecciones y el 11 de marzo de 1990, asumió la presidencia, iniciándose la llamada transición a la democracia. Pero la democracia chilena yace sobre el ocultamiento de la verdad y la impunidad que protege a los responsables de los crimenes de la dictadura.
 
Nadie puede desconocer la gravedad de los crímenes que se cometieron durante los 17 años de la dictadura de Pinochet. Crimenes que la Doctrina Internacional de Derechos Humanos define como imprescriptibles y no sujetos a posibilidad alguna de amnistía. Así está establecido además en los numerosos Tratados Internacionales que el Estado chileno ha suscrito y ratificado y está, por lo tanto, obligado a cumplirlos y respetarlos. Sin embargo, el dictador murió en la cama, de viejo. Sus crímenes no fueron objeto de un juicio y una condena justa.
 
La derecha chilena aliada con intereses norteamericanos, no pudo derrotar a Allende mediante elecciones, sabotaje económico o la ayuda encubierta de la CIA. Por lo tanto, estos intereses acudieron a la única opción restante: la intervención militar. El golpe fue "la última carta" jugada por las fuerzas conservadoras para derrotar el proceso revolucionario que se vivió en Chile entre 1970 y 1973.(AG)

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